Por Edmundo Virgolini, Colaborador de Fundación EGE, 18/11/2013
Dentro de pocos días se cumplirán 30 años ininterrumpidos de vigencia del sistema político democrático en nuestro país. Para Argentina es el más largo período de continuidad institucional desde la sanción de la ley Sáenz Peña hace más de un siglo. Como ha transcurrido suficiente tiempo intentaré un ajustado balance de la gestión económica llevada adelante por los sucesivos gobiernos representativos y reflexionaré acerca de las vías de acción que sugiere la prolongación de este escenario por muchos años más.
Atento el espacio de esta columna solo abordaré el perfil de la política económica ensayada desde un aspecto que considero central en para delinear sus aristas principales. La óptica que prefiero es el análisis de las dos opciones jugadas en estos años con relación a la inserción de la economía argentina en la economía internacional contemporánea. Una primera variante que juzgo implementada en los primeros 20 años de este interregno procuró erigir un proyecto confiado en la inserción internacional de la Argentina en el sistema económico multilateral de comercio y pagos: la designamos como multilateralismo. La segunda posibilidad más predominante en esta última década ensaya una mayor autarquía comercial y financiera y propone una creciente confianza en la diplomacia económica. Constituye una formulación más auto referencial a la que designamos como bilateralismo. La primera opción tiene como fin la vinculación competitiva de los agentes económicos domésticos con la economía internacional promoviendo un aumento del comercio internacional y habilitando el acceso del país a los mercados voluntarios de deuda. Es el camino preferido por la mayoría de los países[1] los cuales matizan esta conexión desde un esquema de amplia libertad económica para el tráfico comercial y financiero hasta cuadros de acción que contienen un variado espectro de regulaciones en los mercados. En la otra variante existen canales de inserción ajustados al funcionamiento de “bloques” comerciales o financieros o alternativas más aislacionistas de escasa evolución comercial y financiera.
La referida primera década estuvo signada por la presión relativa muy elevada del endeudamiento externo heredado del gobierno militar[2]. El incorrecto y sospechado uso de ese enorme endeudamiento agravó las posibilidades argentinas de honrar los compromisos asumidos estando dañado seriamente su crédito desde el año 1982. Además a nuestro grave caso particular se agregaron el de otros países que acusaban también gran endeudamiento, aunque con un mejor empleo del mismo, mas ello no obstaba el sufrimiento de grandes presiones sobre su cuenta corriente externa y también sobre sus presupuestos. En algún caso esas realidades propiciaron, declaraciones de moratoria unilateral que potenciaron la probabilidad de una crisis global[3]. Además las tasas de interés internacionales se hallaban muy elevadas desde el año 1979 cuando, para atacar la inflación doméstica, la Reserva Federal norteamericana conducida por Paul Volcker desarrolló una política monetaria contractiva que hubo de acentuarse hacia 1981 para contrarrestar el descalabro presupuestario producido por el “ofertismo” de la “reaganomics”. Este incierto cuadro de situación internacional[4] impulsó una caída del comercio y el consecuente derrumbe de los términos de intercambio de nuestro país. Durante esta década esa relación orilló la mitad de los valores que promediaron el último período. Para completar, la deuda externa Argentina no estaba securitizada y se encontraba esparcida en alrededor de 500 bancos[5] cuya exposición para con nuestro país comprometía seriamente el funcionamiento del “sistema”. Luego de explorar otras alternativas[6] el gobierno del Dr. Alfonsín definió el regreso esforzado al escenario internacional[7] optando por políticas de estabilización heterodoxas, reformas monetarias, programas especiales de exportación, avances en integración regional, etc. El difícil contexto en que se asumió ese compromiso importó un alto costo de estancamiento en las variables productivas y el desemboque en episodios hiperinflacionarios que hicieron culminar anticipadamente el mandato del primer presidente de esta etapa. No obstante las adversidades Argentina a principios de los 90´s se hallaba en el sistema multilateral y si bien en estado de emergencia a las puertas de un reacomodamiento a todas luces más probable que a inicios de la década anterior.
Hacia principios de los 90´s la realidad económica internacional era diferente. Se había caído el muro de Berlín a fines de la década anterior y el derrumbe de la Unión Soviética hacia principios de 1991 generó un período de distensión militar y consecuente relajamiento presupuestario. La situación monetaria y fiscal de Estados Unidos tendió a equilibrarse y se abarató el costo del crédito. Acompañando todas estas señales se verificó un boom tecnológico con su correlativo auge de inversiones. En este contexto el gobierno argentino de Carlos Menem decidió “acortar” el camino hacia la integración multilateral apostando a una transformación estructural de la economía argentina de fuerte compatibilidad con las señales de mercado. Probablemente esta precipitación o quizás la historia de oscilaciones anteriores hizo que este acoplamiento se produjera sin haber superado plenamente la emergencia económica. Se adoptó un régimen monetario excepcionalmente rígido y procíclico que se aceptó internacionalmente por ser el caso argentino apropiado para una “corner solution” que aventara el regreso argentino a la inflación. De ahí en más toda la década transcurrió en la expectativa de que la evolución económica argentina produjera un salto de productividad de suficiente envergadura como para sortear las limitaciones del régimen monetario adoptado. Hacia fines de la década, ya en el gobierno de Fernando de la Rúa las dificultades para superar la prueba y el marco inestable en que se desenvolvía la economía internacional se vislumbraban insalvables. Hubo una alternativa dolarizadora que implicaba doblar la apuesta y una profundización del régimen monetario cuestionado. Además sucesivas crisis de financiamiento azotaron países de Asia de notable desempeño reciente y se extendieron a algunos países del oriente europeo. La crisis del programa no fue súbita: se instaló en el 4to trimestre de 1998 y perduró hasta el 3er. Trimestre de 2002. El saldo fue un salto del endeudamiento externo de los u$s M 65.000 que dejó el gobierno de Alfonsín hasta ascender a los u$s M 170.000 que quedó a la salida (un ascenso del 150 %) del experimento de moneda convertible. Hasta aquí, como vemos, las experiencias de inserción argentina en la economía global pos Bretton Woods fueron controvertidas. El ingreso por habitante argentino del año 2004 era casi el mismo que en 1974. Esto había supuesto un estancamiento económico, en una economía altamente volátil por lo que muchos argentinos asociaron esta performance con la orientación multilateral de la política económica ensayada repetidas veces.
En el siglo XXI cambiaron las condiciones a partir de los años 2003 y 2004 desde los cuales se inició un ascenso indetenible de los términos de intercambio de nuestro país que en algún momento rozaron los mejores de la historia económica argentina. Durante la conducción económica de Roberto Lavagna se produjo la renegociación de la deuda externa en moratoria desde diciembre de 2001. Finalizado este proceso en Enero del año 2005, y hacia fin de año el presidente Néstor Kirchner despidió al ministro ordenó la cancelación anticipada de la deuda con el FMI y “soltó amarras” en pos de una estrategia de política económica con claro sesgo bilateral. A partir de allí el distanciamiento a la estrategia multilateral semeja cada vez mayor. Las medidas de política económica impulsan ese derrotero: instalación de barreras comerciales no arancelarias, desarrollo de políticas monetarias inconsistentes, algunos embates contra los derechos de propiedad, problemas de creciente desequilibrio fiscal. Todos estos hechos dominan la actualidad de la política económica y nos alejan de una inserción dinámica en la economía internacional. Sin embargo las condiciones propicias del comercio internacional permitieron durante el bilateralismo un crecimiento elevado aunque en el marco de una creciente inflación. La población no advierte aún los perjuicios que la persistencia en esta estrategia y le ha renovado su apoyo. El contexto aparece como condicionando su prolongación y el gobierno imagina sostenerla hasta el final de su mandato. De posibilitarse esa circunstancia las consecuencias de los errores deberán ser afrontados con grandes sacrificios en el futuro turno gubernamental.
[1] De las casi 200 economías nacionales que se cuentan en el mundo poco más de un 90 % procuran inscribirse en este grupo o en el de la actuación en bloques, las manifestaciones aisladas se cuentan por menos de una decena.
[2] Durante el gobierno militar el endeudamiento externo subió aproximadamente un 400 %. De algo menos de u$s M 9000 al inicio de su gestión a casi u$s M 45.000 al finalizar la misma. Hacia el inicio del gobierno democrático casi el 90 % del endeudamiento ya se había hecho público a través de diversos mecanismos de transferencia. Esta “nacionalización del endeudamiento externo” suponía una presión sobre el presupuesto muy importante que a esa altura solo resultaba asumible mediante financiamiento inflacionaria del Banco Central.
[3] A principios de 1982 el gobierno mexicano declaró la moratoria unilateral de la deuda externa que fue superada pocos meses después por la colaboración financiera del Tesoro norteamericano.
[4] Al decir del ministro brasileño Delfim Netto: “la mayor crisis del sistema capitalista en tiempos de paz.. desde la Gran Depresión” (2004)
[5] En la década pasada para atomizar el riesgo se había recurrido a los “sindicated loans”
[6] Como la frustrada reunión de Cartagena en 1984 donde no se produjo la esperada formación de un club de deudores
[7] El financiamiento de compromisos externos para países en desarrollo fue anunciado por el Secretario del Tesoro estadounidense James Baker en la conferencia de Seúl hacia fines de 1985
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